Las plantas se alimentan a través de las raíces, y es a través del suelo que los nutrientes están disponibles para nutrirlas.
Los fertilizantes orgánicos están llenos de materia que favorece la creación y el mantenimiento de suelos saludables, así como de redes de nutrientes sanas y diversas, mejorando la estructura del suelo y beneficiando a nuestras plantas a largo plazo.
En cambio, los fertilizantes químicos actúan directamente sobre las plantas, pero también matan y repelen bacterias y hongos necesarios para mantener un suelo rico en nutrientes y minerales.
Cuando se añaden fertilizantes orgánicos, los microbios del suelo descomponen las sustancias naturales en compuestos orgánicos. Al final, se crea el humus, el producto del compostaje, lo que define una buena tierra. Estos fertilizantes son más completos: no solo aportan volumen, sino que también proporcionan una mayor variedad de nutrientes esenciales.
Nuestras plantas necesitan 14 tipos de nutrientes esenciales diferentes, y la mayoría de los fertilizantes químicos solo se centran en tres: nitrógeno, fósforo y potasio (N-P-K).